LA CONTABILIDAD DEL TIEMPO Y LA ECONOMIA DE LOS CUIDADOS
Juan y Ana son dos profesores interinos en una universidad pública. Se conocieron durante la carrera y se casaron en régimen de gananciales en cuanto tuvieron empleo. Sus vidas están equilibradas y no hay nubes en el horizonte. Deciden tener hijos.
A los ocho años su situación ha cambiado mucho. Tienen dos hijos. Viven en otra ciudad donde Juan consiguió su plaza de catedrático. Ana sigue siendo profesora interina en la misma universidad donde ahora tiene plaza Juan. Viven mejor porque ahora los ingresos de Juan triplican a los de Ana entre el salario de catedrático y su participación en varios proyectos de investigación y su docencia ocasional en otra universidad privada. Ese progreso de Juan ha sido fruto del acuerdo entre ambos para aprovechar las oportunidades que surgían pero a costa de que Ana ha asumido casi toda la carga de cuidados de sus hijos y de su marido.
A los dos años la pareja se rompe y el juez asigna a Juan la obligación de contribuir a la manutención de los hijos mientras sean menores. Con ello Juan mantiene su nivel de vida pero el de Ana sufre un significativo descenso pues ha perdido la oportunidad de desarrollarse profesionalmente y sigue con ingresos muy bajos e inestabilidad laboral.
Si hubiera sabido que esto acabaría así, ¿se hubiera casado Ana?. ¿Se habría decidido a tener hijos? ¿Hubiera aceptado trasladarse a otra ciudad lejos de su entorno familiar y social?
Este modelo de relación económica ha dejado de ser viable. La lucha feminista ha ido consiguiendo logros legislativos importantes (permisos de paternidad, equiparación de derechos laborales…) pero insuficientes. Las dinámicas sociales siguen sujetas a inercias muy fuertes debidas a las expectativas de roles sobre el hombre y sobre la mujer. Aunque estas expectativas afectan probablemente por igual a ambos, el resultado para la mujer en términos económicos y sociales son devastadores. Es cierto que el marco legal actual y la concienciación social permite a ciertas mujeres autoafirmarse y ejercer una vida plena si bien incluso en estos casos a costa de una sobrecarga de estrés importante. Desgraciadamente la mayoría de las mujeres no tienen suficiente apoyo en su entorno para ejercer esa autoafirmación,
Un falso debate
Sobre esta problemática muy real se desarrolla un debate social y político falso en mi opinión. La falta de fórmulas viables para resolverlo, aboca a las personas y las organizaciones a posicionarse en los extremos de una cuerda irrompible. El creciente clamor feminista se enfrenta a una tenaz resistencia desde posturas conservadoras: cada demanda feminista choca con todas las inercias. En ese debate se mezclan todos los temas haciendo imposible el avance: patriarcado, lenguaje inclusivo, derecho al aborto, brecha salarial por una parte; la familia, la moral, el derecho a la vida, la base biológica de los roles, la meritocracia, la sostenibilidad financiera… de la otra. Y además, en este como en otros terrenos, se espera infructuosamente que las soluciones vengan a través de la política cuyo debate está igualmente enquistado en la mayoría de los temas por la incapacidad de los políticos de ponerse a trabajar juntos.
Al escribir este artículo, me he visto confrontado con la dificultad de evitar herir sensibilidades y evitar además ser inmediatamente clasificado, etiquetado y, por tanto, descartado. Tengo un verdadero interés en proponer soluciones que sirvan como herramientas para desbloquear el debate y crear soluciones consensuadas que permitan desarrollar libremente cualquier tipo de familia al gusto de cualquier posición ideológica.
Como demuestran muchas mujeres cada día, se puede ser feminista sin por ello asumir todas las etiquetas que habitualmente acompañan al feminismo. Y se puede ser liberal, afirmando a la vez la necesidad de arreglar los problemas que tan gravemente aquejan a las mujeres. Invito al lector a despojarse temporalmente de cualquier trinchera ideológica y explorar conmigo los datos y la viabilidad de las posibles soluciones.
El debate es falso porque las posturas están ancladas en algunos puntos percibidos como importantes pero que son más resultado del enfrentamiento que de la lógica racional.
Por ejemplo desde el feminismo se insiste en la crítica histórica del patriarcado como causa de todas las desigualdades. Pero criticar el sistema patriarcal actual como inadecuado a las necesidades de hoy y como causa de todas las inercias que impiden el cambio, no requiere estrictamente criticar el pasado. Hacerlo implica asumir una responsabilidad histórica de los hombres con la que no es fácil estar de acuerdo desde la perspectiva de los hombres. En primer lugar porque en la transmisión del sistema patriarcal el rol de las mujeres ha sido igual si no mayor al de los hombres o al menos se podría argüir eso. Juzgar la historia con criterios de hoy me parece siempre una mala idea. Prefiero pensar que la humanidad se ha adaptado en cada época histórica a las circunstancias del momento. Sea cual sea la respuesta correcta, la discusión histórica no hace sino enconar las posturas y dificultar la busqueda de soluciones.
Desde el bando conservador se sospecha de cualquier avance feminista por que pone en peligro valores fundamentales como la familia, el cuidado emocional de los hijos y se rechaza cualquier solución que implique incrementar el gasto social en dependencia, en cuidados… alegando la imposibilidad de financiarlos. Este último argumento afecta también a los partidos de izquierda moderada que han asumido en la práctica la necesidad de limitar los déficits y la deuda pública. Pero, como veremos más adelante, no es posible desde una ortodoxia capitalista sincera negar la validez del diagnóstico feminista que explicaré a continuación.
Un acertado diagnóstico feminista
No es de extrañar que los mejores análisis sobre la economía de los cuidados provengan de personas o instituciones alineados con los movimientos feministas. Evidentemente, dado que la carga de los cuidados recae de manera abrumadoramente mayoritaria sobre las mujeres, ahí han comenzado las tensiones sociales, ahí se han enfocado los movimientos feministas y ahí se han enfocado los estudios académicos sobre el tema.
La obra fundamental que he encontrado es un extenso estudio llamado “The economics of women, men and work”, escrito por Francine D. Blau y Anne E. Winkler . Tiene un enfoque riguroso y toca todos los aspectos del problema.
Los datos que analiza son sobre todo relacionados con los EE. UU. lo que impide usarlo como base concreta en la formulación cuantitativa de políticas en otras partes del mundo, pero su metodología es impecable y puede servir como guía para quien quiera construir tablas de datos sobre cualquier otro país o región.
Para quien le baste un resumen ordenado del problema, he encontrado una página web de la plataforma “Muevete por la igualdad. Es de justicia.” con un estudio que me parece muy práctico para hacerse una idea rápida de todos los aspectos de este asunto.
El diagnóstico feminista es el siguiente, en resumen:
Del total del esfuerzo humano requerido para producir los bienes y servicios que se demandan, una parte importantísima y esencial en la cadena de suministro está compuesta por trabajos de cuidados que no se miden, no se monetizan, no se reconocen y no se retribuyen. De forma abrumadoramente mayoritaria estos trabajos son realizados por mujeres lo que las coloca bien en una situación de desventaja y de dependencia económica o bien en una sobrecarga de estrés y trabajo y frecuentemente en ambas. El sistema capitalista según este diagnóstico estaría construido sobre una falacia pues no está retribuyendo sino a una parte de los factores de producción. La imagen que se utiliza para visibilizar el problema es la de un iceberg, cuya parte visible sería la economía visible y la parte invisible sería todo el entramado de cuidados que sostienen la parte de arriba.
De manera intuitiva es obligado aceptar que esto representa adecuadamente una realidad incontestable, aunque se pueda debatir el tamaño de ese macro sector invisible de la economía según la metodología que se utilice.
En el estudio citado (The economics….) , hay una discusión interesante sobre los problemas metodológicos para evaluar el valor en términos de PIB de este sector. Si sólo se valorara al coste mínimo de los trabajos del hogar tal como podría realizarlos un empleado doméstico, el valor del PIB en USA se incrementaría un 25%. Si se incluyen también los trabajos relacionados con el cuidado emocional, la supervisión y todos los trabajos que no podrían delegarse en un empleado doméstico, el porcentaje del PIB alcanzaría un 40%. Yo añadiría que si en vez de valorarse al coste minimo de un empleado doméstico se valorara por el coste de oportunidad que supondría la dedicación del cónyuge con más ingresos a esos trabajos, el porcentaje total se elevaría significativamente. Y si miramos a otros países, especialmente los menos desarrollados, los porcentajes se elevarían aún más.
Parecidas dificultades metodológicas se podrían encontrar a la hora de la distribución por géneros de esa cantidad de trabajo. Intuitivamente se puede ver que esa distribución variará mucho en función de la geografía, la clase social, las costumbres… Sin embargo, nadie discute que el porcentaje está masivamente sesgado hacia la mujer. Un 80% no me parece nada exagerado.
Los cuidados incluyen no solo el cuidado de niños, ancianos y enfermos, sino también el cuidado de todos los individuos productivos. La temática abarca la limpieza y el orden, el aprovisionamiento, la preparación de la comida, el transporte, el soporte escolar, la organización y administración, la supervisión… y muy significativamente los cuidados emocionales cuya importancia no solo hay que medirla en términos de felicidad y bienestar sino también por su papel en el sostén de los trabajos llamados productivos en términos monetarios.
El problema solo se ve paliado por el progresivo reequilibrio de la división sexual de este trabajo, pero ello a costa de que se sigan realizando de manera gratuita, sin retribución. Y muchas veces, esos ajustes se hacen a base de renunciar a tener hijos o a cuidar a los enfermos o los mayores. Renunciar a esto puede ser una opción individualmente válida para muchas personas, pero muy dolorosa para otras. Y sin duda tiene un enorme coste demográfico y por tanto de viabilidad de los sistemas de protección social.
Algunas graves disfunciones del sistema actual.
Como he dicho más arriba, no creo conveniente centrarnos en el análisis histórico sino en las inercias existentes y en buscar formulas para que desaparezcan o tal vez aprovecharlas para provocar el cambio.
En primer lugar, sigue existiendo una fuerte inercia (aunque menor que en el pasado) para que sea la mujer la que voluntaria u obligadamente asuma los roles de cuidados. Eso tiene las siguientes graves consecuencias para ella:
- Sufre su desarrollo profesional y su empleabilidad
- La coloca durante toda su vida en inferioridad de ingresos y de derechos en
relación con su pareja y las medidas paliativas en caso de divorcio son
claramente insuficientes. - Le exige un plus de carga de trabajo y de estrés y la somete a una conflictividad
derivada de ello. - Todos estos factores debilitan su libertad de elección en la vida en general y de
forma muy grave en entornos de violencia (familiar, de género o doméstica). - Daña gravemente sus derechos de pensiones y de herencia en situación de
viudedad. Hablaré más extensamente de esto más adelante al explicar las soluciones posibles. - Las expectativas siguen penalizando al hombre que opta por un modelo menos “machista” en su comportamiento a la hora de buscar pareja o de ser valorado socialmente y en el entorno familiar y social.
En el lado del hombre, todo intento de equilibrar esta situación está fuertemente desincentivada porque sus intentos de compartir los cuidados afectan también negativamente a su propia empleabilidad y a su propio desarrollo profesional, además de la inercia a seguir disfrutando de una situación que le privilegia. Inercia propia por pereza o egoísmo, pero también inercia estimulada por que muchos empleadores siguen negándose a admitir en la práctica las bajas y el absentismo ocasional que los cuidados originan.
Es curioso observar que, en la actual situación de confinamiento, gracias al teletrabajo, se han resuelto de manera temporal y parcial alguna de estas disfunciones.
En otra área, la masiva incorporación de la mujer al mercado laboral no ha supuesto necesariamente un incremento del nivel de ingresos familiares sino una redistribución que a pesar de ser justa, ha hecho menos viable la opción de mantener familias monoparentales. A mi me parece legítima la reivindicación de que no se pueden permitir mejoras en la productividad de las empresas que se hagan a costa del deterioro de la viabilidad económica de la sociedad. Pero tampoco es admisible negarse al progreso técnico y social y pretender simplemente evitar que esas mejoras se produzcan. La robotización, el teletrabajo, el internet de las cosas… no se pueden parar: simplemente hay que asegurar que el progreso sirve para mejorar la vida no para deteriorarla.
Premisas para una solución
Para avanzar en la búsqueda de una solución sin dejarse atrapar por los falsos debates, es importante aceptar algunas premisas iniciales que la mayoría pueda aceptar independientemente de la posición ideológica de partida.
- Aceptación del hecho de que la situación actual es insostenible y que no se puede perpetuar un sistema que penaliza tan gravemente a quienes (mujeres, pero también crecientemente hombres) optan por dedicar su esfuerzo gratuitamente a los cuidados. Negar eso es inviable y no solo desde una perspectiva moral o de justicia. El propio sistema capitalista requiere que todos los factores de producción sean retribuidos para ser sostenibles. El capitalismo no tuvo más remedio que aceptar la abolición de la esclavitud por razones morales para descubrir que abolirla era también económicamente más beneficioso. Esta analogía con el sistema esclavista no es una exageración. La imagen del dueño de esclavos que hoy tenemos no coincidía necesariamente con la realidad en todos los casos. Probablemente muchos dueños de esclavos veían justo proteger, educar y alimentar a sus esclavos a cambio de su trabajo considerándolos como miembros de la familia. Esto se perpetuó total o parcialmente casi hasta nuestros días en el caso del servicio doméstico.
- Alcance integral: una solución que no aspire a los objetivos máximos será vista por el feminismo como un intento de desactivar su lucha y no será aceptada. Se esté de acuerdo o no, es comprensible la resistencia de la víctima a cualquier solución que pueda ser sospechosa de ser un mero ajuste para perpetuar una injusticia patente.
- Implementación progresiva y voluntaria: Se trata de crear un nuevo marco
normativo que facilite las decisiones individuales incentivando los comportamientos que equilibren naturalmente los desequilibrios existentes, pero sin derogar las prácticas actuales, de modo que sea la sociedad la que vaya adoptando los nuevos modos sin resistencias y con tanta velocidad como la propia sociedad vaya demandando. - Viabilidad financiera: Independientemente de la orientación ideológica, todas las fuerzas políticas mayoritarias en el mundo aceptan de hecho el mercado como regulador de las relaciones y la sostenibilidad financiera (limitando los déficits y la inflación). Lo que si es posible es actuar sobre lo que se contabiliza y cómo se contabiliza y sobre las relaciones contractuales entre los participantes en ese mercado.
- Aceptar un cierto papel del estado en la facilitación de las soluciones mediante la creación del nuevo marco normativo, la incentivación fiscal de la implementación de las soluciones por individuos, empresas y administraciones y la difusión y educación sobre la conveniencia de promover el cambio.
La necesaria monetización de los cuidados
Es innegable que hace ya mucho tiempo que la sociedad ha aceptado la necesidad de recompensar económicamente los cuidados. La incorporación progresiva de los cuidados en los sistemas de bienestar social lo demuestra: residencias de ancianos, guarderías, centros de dia, leyes de apoyo a la dependencia… Desgraciadamente, incluso en los países más desarrollados donde la carga impositiva ha permitido financiar parcialmente estas iniciativas, la tensión financiera sobre el estado del bienestar no hace más que agravarse cada día a medida que la globalización elimina barreras comerciales y cancela el privilegio de que disfrutaban las clases medias de los países desarrollados. En los últimos decenios se ha consolidado una transferencia de riqueza de los países desarrollados hacia el resto del mundo, reduciendo los niveles de pobreza extrema pero fragilizando el bienestar de las clases medias del mundo más desarrollado.
Pero ¿es que acaso, los cuidados han sido por ello desatendidos? Evidentemente no. Los niños siguen siendo alimentados, educados y cuidados. Las personas mayores y los enfermos siguen siendo atendidos, los trabajadores siguen siendo emocionalmente cuidados, los hogares siguen siendo mantenidos y las economías domésticas siguen siendo planificadas y organizadas. Es decir, la parte oculta del iceberg sigue existiendo y sigue garantizando que esos cuidados no cesen.
Evidentemente muchos de esos cuidados y otros trabajos poco deseables se subcontratan frecuentemente a inmigrantes varones que vienen solos y desplazan ese deficit de cuidados a sus países de origen exportando el problema que sigue siéndolo si medimos la economía globalmente.
Claro que, en el caso de los cuidados realizados por mujeres en el marco de una estructura familiar, se puede argüir que, gracias al régimen económico de gananciales, todo lo que produce el principal generador de ingresos, es también propiedad del miembro de la pareja que se dedica total o parcialmente a los cuidados. Esa es la justificación básica del sistema actual.
Pero este régimen económico pudo tener su justificación en un mundo donde los matrimonios duraban toda la vida y el reproche social a la ruptura del matrimonio era extraordinariamente intenso. También en ese mundo, la viabilidad económica de la familia estaba mucho más que ahora basada en las rentas del capital o en la explotación de la tierra o de un negocio, cosas que se podían poseer y repartir.
Pero esas dos características hoy han desaparecido:
- Los matrimonios acaban frecuentemente en divorcio
- La economía familiar proviene en primer lugar de salarios. La preparación y el
progreso profesional no se pueden repartir en caso de divorcio.
Más arriba he hecho referencia a las disfunciones que produce este sistema y la evidente situación de desventaja de la mujer en este entorno. Y por eso mis propuestas de solución se basan en una herramienta fundamental:
La contabilidad del tiempo.
La idea de los bancos de tiempo existe desde hace mucho (siglo XIX) y nacieron en el marco ideológico de anarquismo y de los modelos cooperativistas de organización social. Son una manera interesante de intercambiar servicios de cuidados sin tener que recurrir al pago en dinero que es siempre deficitario. Se trata de una especie de economía de trueque enfocada a los cuidados de modo que las personas que proveen lo servicios acumulan en sus cuentas de tiempo unidades de tiempo (horas, días…) que luego pueden utilizar para recibir servicios de otras personas para si o para sus familiares.
Estos bancos han proliferado muchísimo por todo el mundo, pero no son conocidos más allá de sus propios usuarios y cooperativistas.
Pero la unidad de tiempo como medio de compensar trabajos o servicios también se usa frecuentemente en el mundo empresarial. Se cobran horas de trabajo en forma de vacaciones y tiempo libre. Se acuerdan mecanismos flexibles para madres en periodo de lactancia compensadas con horas extraordinarias… El mismo concepto de vacaciones no deja de ser una compensación en forma de tiempo libre por un trabajo realizado anteriormente.
Así pues, la idea de contabilizar el tiempo no es nueva. Y en mi opinión tiene un grandísimo potencial, no solo para compensar adecuadamente el desequilibrio producido por la entrega gratuita de trabajos de cuidados sino para dinamizar muchísimas energías sociales latentes que hoy no se aprovechan suficientemente. Me refiero al enorme mundo del voluntariado, las ONG’s y los esquemas de servicio social obligatorio que existen en muchos países como parte de la formación de los jóvenes.
Basándome en el concepto de contabilidad del tiempo explicaré ahora mis propuestas en tres niveles.
- El individual y familiar
- El colectivo o asociativo
- El de las administraciones públicas.
El nivel individual y familiar: la Sociedad Conyugal
La propuesta es mantener tal como está el régimen matrimonial de separación de bienes cuando así lo elijan las parejas, pero sustituir progresivamente el actual régimen de gananciales por el régimen de Sociedad Conyugal que ahora voy a pasar a describir.
Hay que definir un nuevo tipo de persona jurídica llamado Sociedad Conyugal que se crea automáticamente en el momento en que un nuevo matrimonio elige esta forma de relacionarse económicamente. Desde el momento de su creación, ambas partes ceden todos sus derechos y obligaciones presentes y futuras a esta sociedad hasta tanto no sea disuelta ordenadamente. De hecho, lo normal sería que la sociedad conyugal se estableciera no necesariamente en el momento del matrimonio sino en el momento en que surja la necesidad de que uno de los dos dedique su tiempo a los cuidados en detrimento de su profesión, por ejemplo, al decidir tener descendencia.
- Contabilidad del tiempo: La característica principal de esta sociedad es que no solo contabilizará los días trabajados por cada cónyuge en el mercado laboral sino también y paralelamente los días trabajados por cualquiera de ellos dedicándose a los cuidados.
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- Un modo de simplificar esa contabilidad, sería entender que todos los días (o partes de días) no trabajados por un cónyuge en el mercado laboral, se le contabilizarán como trabajados en los cuidados. Para ello se puede utilizar la vida laboral que ya contabiliza la Seguridad Social. Es decir, comparando las vidas laborales de ambos, todo periodo no trabajado laboralmente por uno de los dos, se le contabilizará como trabajado en cuidados de modo que el numero de días trabajados por ambos en cualquier momento será idéntico. De este modo, el saldo neto de días trabajados en cuidados a favor de uno u otro cónyuge será una deuda de tiempo que será necesario saldar antes de disolver la sociedad conyugal.
- Otro modo de simplificar la contabilidad del tiempo sería asumir que la diferencia de ingresos entre los dos cónyuges se compute al coste por hora del de mayor ingresos (o del de menor ingresos a una media entre ambos) como horas trabajadas en cuidados por el de menor ingresos. Esta fórmula sería tal vez más justa pues tiene en cuenta que los cuidados no tienen horario.
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- Reparto de los ingresos: La segunda característica fundamental es que cualquier ingreso monetario (trabajo, pensión capital, herencia…) de cualquiera de ambas partes, se dividirá en origen al 50% a cada uno de los miembros de esa sociedad. Se dividirá en cualquier caso el derecho, pero opcionalmente se podrá dividir a las cuentas individuales de cada uno desde las cuales cada uno aportará lo acordado para el sostenimiento de la familia. Esto es fundamental para asegurar un poder económico idéntico en todo momento a ambos miembros de la sociedad conyugal
- Disolución ordenada: La tercera característica de este tipo de sociedad es que no se disuelve automáticamente por causa de divorcio. El divorcio se produce, pero la sociedad sigue existiendo hasta que se cancelen las deudas mutuas existentes en forma de tiempo dedicado a los cuidados. Pongamos un ejemplo: en una pareja casada mediante sociedad conyugal el cónyuge A ha trabajado durante 15 años con un salario actual de 2000€ mientras que el cónyuge B dedicó 10 años a los cuidados y posteriormente 5 años en un empleo con un salario de 1000€. Al divorciarse, se mantiene la obligación de seguir compartiendo los ingresos al 50% durante 10 años para compensar al cónyuge que no tuvo la oportunidad de desarrollar su carrera por esos años dedicados a los cuidados. De mutuo acuerdo se podrán buscar formulas alternativas para saldar esa deuda mediante una repartición distinta del patrimonio de la sociedad o mediante la continuidad del trabajo del cuidado de los hijos o las personas mayores dependientes de la sociedad conyugal.
- Supervivencia: La sociedad no se disuelve automáticamente por fallecimiento de uno de los dos cónyuges. Todos los ingresos y todo el patrimonio siguen siendo propiedad de la sociedad familiar y por tanto el cónyuge superviviente no se ve obligado a compartir ninguna parte de su patrimonio con sus hijos quienes deberán esperar al fallecimiento del segundo cónyuge para que la sociedad se disuelva y ellos reciban en forma de herencia cualquier derecho o patrimonio que exista en ese momento.
- Pensiones: Cuando se jubile uno de los cónyuges, se calculará la pensión actuarialmente para ser pagada íntegramente mientras sobreviva uno de ambos. Esto no supondrá ningún coste extraordinario para la Seguridad Social porque la mayor duración de la obligación se verá compensada con una reducción en su importe. Se trata de calcular la pensión como una cantidad a pagar a la sociedad conyugal por tanto tiempo como sobreviva uno de los dos. El calculo de la pensión se ajustará actuarialmente de modo que la pensión será menor pero por un tiempo mayor y mantendrá su importe durante toda la vida sea cual sea el de los dos que sobreviva al otro. Lo que no es aceptable es el sistema actual que penaliza gravemente al cónyuge que, por haber dedicado toda su vida laboral o parte de ella a los cuidados, se queda en una situación mucho peor que si quien sobrevive es quien generó los ingresos monetarios.
¿Que pretende esta propuesta?
No se pretende que este sistema sirva principalmente para mantener los desequilibrios actuales y compensarlos posteriormente en caso de divorcio o fallecimiento.
El objetivo real de la propuesta es incentivar fuertemente el que ambos cónyuges favorezcan activamente la inserción laboral del otro para evitar acumular una pesada deuda de tiempo en el futuro. Pero, en el caso de que legítimamente decidan que uno de los dos se dedique principalmente a los cuidados, lo haga en la confianza de que el sistema protegerá integralmente esa deuda permitiéndole el colchón de tiempo suficiente para desarrollar una carrera propia.
Hay que tener en cuenta que las expectativas de vida se han incrementado tanto que el modelo tradicional de trabajar 40 años en una empresa o sector hasta la jubilación se verá profundamente modificado. Sobre este tema hay un libro muy interesante llamado “The 100 year life” escrito por Lynda Gratton y Andrew Scott . Lo más
probable es que una pareja alterne a lo largo de su vida periodos de trabajo por cuenta ajena, periodos de formación, periodos de cuidados, periodos de trabajo por cuenta propia… de manera que el equilibrio entre las cuentas de dinero y de tiempo se produzca de manera natural.
Creo que el beneficio más importante de este sistema es el de crear un cauce natural que de viabilidad a los proyectos de crear una familia. Hoy día la creación de una familia se sigue sosteniendo mediante promesas no concretadas de fidelidad y mediante la buena voluntad de los cónyuges. Pero esa misma fidelidad y buena voluntad que siempre ha existido en los inicios de una convivencia, en la antigüedad se veían reforzados por el intensísimo reproche social que recibía cualquiera de los dos que no cumpliera su parte del trato. Cabría preguntarse si los preocupantes casos de violencia no son manifestaciones enfermizas derivadas de la pérdida de intensidad de ese reproche social, mientras se mantienen real o imaginariamente las expectativas sobre el hombre.
En el sistema antiguo, el entorno familiar y social se encargaba de penalizar gravísimamente a quien no cumpliera su parte del trato. A medida que los roles se han ido desdibujando, la sociedad ha ido también en paralelo despenalizando los comportamientos divergentes y en ese escenario, la que ha salido perdiendo claramente ha sido la mujer pues todas las inercias en general y el que de momento siga encargada por la naturaleza de procrear, la han desfavorecido.
Por todo eso me parece tan importante regular de mejor manera el trato que da origen a un proyecto familiar compartido. No cabe duda de que hay incontables ejemplos de parejas que se comprometen con las reglas del sistema antiguo y son capaces de mantener hasta el final ese proyecto en común adaptándose de manera natural a los retos que van surgiendo. Hablo por experiencia propia. Pero incluso en esos casos, no se puede negar que muy frecuentemente es la mujer la que demanda y el hombre el que cede manteniéndose gracias al entorno legal una situación que da mas poder al hombre y peores consecuencias en caso de divorcio a la mujer. Cuánto de ese cemento que une a las parejas es amor y cuánto es miedo a la inseguridad, es imposible de medir, pero es un desequilibrio que también conviene arreglar y que esta propuesta resuelve en gran medida.
De paso, la contabilidad del tiempo y la sociedad conyugal, pueden ayudar a dar cauce a soluciones para otros problemas anexos como las herencias, el abandono tardío del hogar por los hijos, el emprendimiento conjunto, los trabajos sin recompensa monetaria inmediata….
Mi propuesta para el entorno asociativo y cooperativista
A parte de los bancos de tiempo a que he hecho referencia antes, hay muchísimos proyectos de organización social alternativa que tratan de dar respuesta a distintas necesidades de apoyo mutuo. Quiero agradecer aquí a mi querida amiga Enara Iruretagoiena quien, desde una perspectiva muy distinta a la mía, me ha ayudado a “neutralizar” lo más posible este artículo.
La contabilidad del tiempo, además de proveer una herramienta para todo tipo de iniciativas cooperativistas, puede convertirse en un enorme dinamizador del amplísimo mundo del voluntariado. Creo que no se valora suficientemente el papel que el reconocimiento juega en la motivación de las personas. Y tampoco en ese mundo es justo que no tenga reconocimiento el tiempo dedicado a trabajo voluntario. Implementar un sistema público de registro del tiempo trabajado en voluntariado ayudaría a:
- Justificar los curricula individuales de los voluntarios como experiencia profesional real de cara a la búsqueda de trabajos retribuidos.
- Justificar la actividad de las ONG para solicitar subvenciones o
campañas de recogida de fondos. - Permitir a las empresas con políticas de responsabilidad corporativa,
medir el tamaño de la contribución de sus empleados a la sociedad y por tanto estimular a los dirigentes de esas sociedades a permitir y facilitar ese trabajo voluntario.
Mi propuesta en el entorno de las administraciones públicas
Son muchos los países que tienen incorporado en su sistema educativo la obligatoriedad de un periodo de trabajo voluntario. De hecho la mayor parte de los países han tenido en el pasado sistemas de servicio militar obligatorio que se justificaba por la necesidad de contribuir a la defensa de la sociedad. Se esté de acuerdo o no con el servicio militar obligatorio, muchos piensan que era una buena manera de encuadrar a los jóvenes en un proceso que les ayudaba a “madurar”. No soy particularmente partidario de dar una formación militar a los jóvenes, pero estoy seguro de que el estado, las comunidades autónomas y los municipios, encontrarían grandes bolsas de trabajo voluntario que directamente o a través de ONG’s, podrían emplear a jóvenes en su periodo formativo o a adultos en búsqueda de empleo o a jubilados en busca de ocupación. Contabilizar todo este trabajo voluntario podría ayudar a generar derechos de prestación de cuidados para esas mismas personas cuando se encuentren en situación de vulnerabilidad o para atender las necesidades de atención a sus familiares en situaciones de dependencia a los que esas personas no puedan dedicar el tiempo suficiente.
De hecho se podría contabilizar en ese banco estatal de tiempo, los cuidados a la dependencia dados a los padres, hermanos o hijos adultos para generar derechos de tiempo. Esta contabilidad ayudaría muchísimo a financiar una atención integral a la dependencia sin necesidad de recargar excesivamente el presupuesto público.
El concepto no es absolutamente nuevo. Actualmente ya, en los cálculos para estimar la fecha de jubilación, se tiene en cuenta a la mujer el numero de hijos, los partos que haya tenido y al hombre los meses de prestación de servicio militar y otros conceptos similares.
Conclusiones
Las relaciones económicas en el seno de la familia y en general en la sociedad están gravemente desequilibradas en perjuicio directo de las mujeres pero en perjuicio real para todos.
El enfrentamiento ideológico viene impidiendo avanzar de manera radical en la solución de estos problemas porque solo consiguen pasar el filtro soluciones necesarias pero insuficientes que en la práctica siguen dejando a la mayoría de las mujeres en situaciones precarias o sujetas a un exceso de estrés. Y en la justa reclamación de sus derechos, se exacerba la confrontación con perjuicios a veces directos también para algunos hombres que ven como pierden la presunción de inocencia, el derecho a la custodia de sus hijos…
Creo firmemente que la contabilidad del tiempo utilizada con formulas como las que propongo u otras análogas puede ayudar a desbloquear en gran medida el debate y a dar herramientas para:
– Dar viabilidad a los proyectos familiares de manera equilibrada para todos los modelos de familia.
– Utilizar todo el enorme potencial de voluntariado para canalizarlo hacia una cobertura real de las necesidades de dependencia.
– Cubrir una laguna en el proceso de formación de los jóvenes insertando en su curriculum un periodo de voluntariado que les sirva también como experiencia humana y profesional.
No tengo mucha esperanza en que los partidos políticos sirvan para canalizar estas (o ninguna otra) propuestas. Pero si pueden reaccionar a demandas sociales y por eso me parece que la mejor manera de que las ideas progresen hoy dia es publicarlas y favorecer su distribución.
Te pido a ti lector que me ayudes a divulgar en tus redes sociales y en tu entorno asociativo y de amistades estas ideas. Tal vez consigamos que se empiece a resolver de manera colaborativa este gravísimo problema que hoy parece servir principalmente de terreno de confrontación ideológico.