Hace unos años tuve la suerte de ser invitado por internet a registrarme en un curso online de MIT sobre «Retos de la pobreza global». Aprendí muchísimo. Lo más importante fue hacerme consciente de la enorme cantidad de decisiones que un pobre tiene que tomar cada día en las que se juega la vida y que son decisiones que a nosotros nos vienen hechas por vivir en un entorno desarrollado. Cada vez que beben agua, que comen algo, que eligen un camino, que se acercan a una charca, que manejan una herramienta, que tratan con animales (domésticos o no), que sufren algún síntoma, que eligen un tratamiento o ninguno en absoluto….. Es tanta la posibilidad de equivocarse que salir de la pobreza es una tarea ingente y desalentadora.
Muchos de nosotros caemos en la soberbia (y la ignorancia) de sentirnos superiores porque llevamos una vida más ordenada y productiva sin reconocer cuantas de esas decisiones las toman otros por nosotros sin nuestra participación y por supuesto sin mérito nuestro en absoluto.
Pues bien, pidiendo de antemano disculpas a los pobres por la analogía que voy a hacer ahora, algo similar pasa en nuestro mundo desarrollado con las decisiones financieras de las personas y las familias.
La falta de una adecuada educación e información financiera deja al ciudadano inerme ante un sistema financiero orientado a privarle de las oportunidades que tiene para beneficio de especuladores y planificadores sociales.
He mencionado los dos enemigos que tiene el ciudadano en este terreno: los especuladores y los planificadores sociales.
Llamo especuladores no solo, ni principalmente a quienes operan a corto en todo tipo de mercados. Estos especuladores en realidad son benéficos la mayor parte de las veces puesto que tienen a forzar una «sinceración de la economía». Me refiero principalmente a aquellos que desde las instituciones financieras, las empresas, la política y la prensa, se ocupan consciente o inconscientemente de provocar alteraciones en los precios de las cosas bien exacerbando artificialmente la demanda o restringiendo también artificialmente la oferta.
Y llamo planificadores sociales a aquellos, que principalmente desde la izquierda pero en realidad desde todas las opciones políticas se empeñan en subvencionar determinadas actividades o en orientar y exacerbar el gasto público con el aparentemente loable objetivo de repartir mejor la riqueza.
Unos y otros impiden que los flujos de dinero discurran naturalmente en la dirección predecible en la que los ciudadanos podrían orientar sus economías, sus inversiones y sus gastos de la manera más conveniente. Y es en este entorno donde las posibilidades de equivocarse son tan grandes que el ciudadano tiende a abandonar toda esperanza y se deja mecer en la dulce adormidera de la irresponsabilidad.
Verdaderamente no hay derecho. Saber que cualquier persona con ingresos más o menos estables, por pequeños que sean, podría, con la educación adecuada, acumular a lo largo de su vida laboral un importante patrimonio que le protegería de la pobreza relativa que el espera tras la jubilación. Saber esto como digo y a la vez observar como prácticamente todo el mundo avanza inexorablemente hacia un futuro de dependencia, de escasez y de tristeza, es frustrante y decepcionante.
Desde este blog, tratamos de compartir la información necesaria para que los lectores puedan tomar control de su propio futuro. El próximo 11 de mayo tendremos en las librerías nuestro libro «Tu dinero hoy y mañana» que resume lo más importante que hay que saber al respecto
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Esa cultura financiera es muy importante como dices Javier, es parte de ser responsables de nuestra existencia, especialmente dentro del mundo capitalista en donde habitamos.
Gracias por tus reflexiones,
Estaré atenta al libro 😊
Un abrazo,
Enara I.